16 enero 2008

El año que fui Presidente (V)






Cuarenta helicópteros rodeaban la Estatua de la Libertad. Quince del FBI, otros quince de los militares, cinco de la policía de Nueva York y otros tres o cuatro de las televisiones. Diez mil agentes estaban apostados entre la orilla sur de Lower Manhattan, Ellis y Governors Island y Nueva Jersey. La Marina patrullaba la bahía y las orillas del Hudson y el East River y una veintena de cazas surcaban el espacio aéreo de la Costa Este, clausurado por un protocolo extraordinario de seguridad. En medio de todo ese despliegue, Marianne... esa francesita de bronce cuyo brazo en alto alumbrando el horizonte representaba todo aquello que fui a reclamar.

- “Cathy, ¿tienes los documentos?”

Mi ex becaria, ahora Secretaria para la Sinceridad Federal, estaba junto a mí en lo alto de la estatua, en ese pequeño mirador de la antorcha al que miles de puntos de mira telescópicos señalaban más por curiosidad que por seguridad.

- “Los tengo, señor Presidente. Todos los que me pidió”

Catherine Lee Myers, licenciada en Ciencias Políticas por la Universidad de Harvard, me había traído algunos papeles necesarios para mi último discurso. Todo estaba dispuesto, el mundo entero estaba mirando y yo estaba listo para comunicar mi mensaje. Así que me bajé los pantalones, me di la vuelta y me agaché levemente.

- “Cathy, primero la Declaración de Independencia”

La jefa del Departamento para la Sinceridad Federal me entregó el documento original redactado por Thomas Jefferson, padre fundador tantas veces traicionado por los que le sucedimos en el cargo.

- “Aquí tiene, señor Presidente… 4 de julio de 1776”

Una vez vi en una película cómo robar estas cosas, pero para Cathy fue mucho más fácil gracias a sus cualidades, que ya he descrito anteriormente. Me limpié el culo con la Declaración, antes de seguir con la Constitución y sus enmiendas. De la primera a la vigésimo séptima, una a una fueron pasando por mis nalgas presidenciales en lo que se estaba convirtiendo, sencillamente, en la mejor página de todas las que se habían escrito en la historia de este país.

- “Ahora la bandera, Catherine”
- “He elegido una de seda, señor Presidente. No hace falta que me lo agradezca”

Obviamente, allí acabó mi mandato, pero también doscientos treinta y pico años de política en descomposición. Sin referencias habría que comenzar desde cero. Y no sería conmigo. Me aplicaron la sección cuarta del artículo dos de la Constitución, o sea, yo y todo mi gabinete nos fuimos a tomar por culo. Zacharias Y. Xayes fue el último presidente de una nación en declive. Hubo que fijar nuevos valores, redactar nuevos textos y comenzar a mirar hacia delante con la experiencia que dan los errores cometidos. Aquella última tarde del año que fui Presidente mi culo tuvo el inmenso honor de ver nacer los Nuevos Estados Unidos de América.

Fin

9 comentarios:

Alex dijo...

Fántastico!!! Me he reído de veras, y pienso leer todo lo que publiques si es tan agudo como este post.

Y....vaya tela con Cathy. jaja

Belén dijo...

Esos si son cojones en serio!

Y ya perdonarás la expresión pero ya te digo...cojones jajajaja!!!!!

Besicos

AccentLess dijo...

Oh si!!!!

Me ha encantado

Anónimo dijo...

Buenísimo, no he podido reirme más.

Putas y Princesas dijo...

jajaja qué pasada de texto, tienes buenas ideas. muaaaaaaa

Mucha dijo...

Excelente escrito
Abrazos

Anónimo dijo...

POTNUS. I kneel before you.
-CK

Madame X dijo...

Me ha encantado tu divertido y cáustico relato. Sí Señor, con un par...

X

Ariadna dijo...

Buena inventiva!! Me he reido mucho!!
Me gustaría ver como empezaban de cero

un abrazo