22 febrero 2012

Donde todos veían el desierto, ella vio Las Vegas


Ducky Duke caminaba solo en medio de la adversidad. Sin trabajo, sin dinero, sin esperanza, con hipoteca. La ilusión de los años locos se había ido marchitando letra a letra, contrato tras contrato, sacudida por una implacable tormenta procedente de alguna parte que no lograba averiguar. "Todo está mal". La frase resonaba frecuentemente en su cabeza, entre las notas perennes de aquel tema country que hacía más llevaderas las dificultades: Louisiana woman, Mississippi man, su analgésico contra la depresión.
Subió a la colina y oteó el horizonte: la ciudad parecía dormir de día, aletargada tal vez por las malas noticias. Bajo sus pies, los restos de una hoja de periódico amenazaban con añadir una más al mustio mes de enero de 2012. Pero un viento del Oeste giró el papel y entrevió aquel titular, como un espejismo en medio del desierto, como un oasis en el árido presente: "Esperanza Aguirre y Ana Botella, dispuestas a construir Las Vegas en Madrid".
Apretó su puño alrededor de aquella hoja, que guardó como un amuleto en el bolsillo trasero de sus desgastados vaqueros. Por fin un futuro. Por fin una promesa. "Nada ocurre que no esté escrito", dijo, parafraseando a John Wayne en El Álamo. "Sólo hay que dar tiempo al tiempo".