29 marzo 2007

Atención, señores pasajeros


"El personal de este aeropuerto y las autoridades de nuestro país les dan la bienvenida y les desean una feliz estancia. Por favor, diríjanse a las cintas mecánicas para retirar su equipaje y tengan la precaución de no perder de vista sus pertenencias. Rogamos a los señores pasajeros procedentes de vuelos internacionales que acudan a la zona señalizada para pasar los controles pertinentes. Por favor, no olviden llevar a mano su pasaporte y otros documentos que deban presentar en la aduana para evitar la prolongación del tiempo de espera, ya que la vida es sorprendentemente breve. Aquellos que viajen sin nada que declarar, diríjanse a la salida. Quienes deban declarar equipajes, háganlo en los mostradores destinados a tal efecto. Y quienes estén aquí por alguien especial por quien haya merecido la pena realizar el desplazamiento, tengan la cortesía de no dejarse nada en la recámara. Porque tal vez cuando vuelvan a verse ya nada sea igual. Dicen que el tiempo lo cura todo, pero el personal de este aeropuerto, experto en retrasos, kilómetros y cancelaciones puede asegurarles que el tiempo, más que curar, hiere. Así que no duden en decirse todo lo que tengan que decirse y hacer todo lo que deban hacer. Porque de nada servirán las promesas, los deseos y las lágrimas de aeropuerto. Señores pasajeros, el tiempo y la distancia lo cambian todo, y a través de ellos no se pueden efectuar reservas. La próxima vez todo será distinto. Por su propio interés, no lo olviden. Para cualquier otra información pueden acudir a los mostradores o dirigirse al departamento de atención al pasajero. Muchas gracias por su atención, valor y buena suerte".

27 marzo 2007

Habla con tu médico

¿Te salen burbujas inmobiliarias? ¿Se te está empobreciendo el uranio? ¿Te duele España? Si es así, no acudas al Doctor Geller. La prestigiosa publicación que acaba de ver la luz en las calles madrileñas sólo aborda temas importantes: series de televisión, Hollywood, cambios hormonales y París.

Dr. Geller, proyecto parido, previamente gestado y anteriormente fecundado por el inimitable Clark Kent es mucho más que un fanzine. Es un punto de encuentro para compartir todas esas inquietudes que de verdad importan: ¿qué es mejor, el Cola Cao o el Nesquik? Los gofres, ¿con o sin chocolate? Estas y otras cuestiones son abordadads en sus páginas y también en su participativo blog.

Dr. Geller, el consuelo a tu desazón, lo puedes encontrar en:
Madrid Comics: C/ Silva 17 (metro Gran Vía)
Elektra Comics: C/ San Bernardo 20 (metro Gran Vía)
The Comic Co.: C/ Divino Pastor 17 (metro Tribunal)
Akira Comics: Avda. Betanzos 74 (metro Herrera Oria)
Internalia: C/ Galileo 84 (metro Islas Filipinas)


http://doctorgeller.blogspot.com/

18 marzo 2007

Una llamada perdida


Te parecerá mentira que te escriba ahora. No sé si es una sorpresa agradable o si te molesta que me entrometa en tu vida después de tantos años. Ni siquiera sé si conservas esta dirección de correo electrónico, así que algo me dice que jamás llegarás a leer este mensaje. Pero quería devolverte aquella llamada perdida... aunque sea doce años después.

¿Cómo te va todo? Supongo que tendrás un montón de novedades desde aquella tarde de primavera de 2007 en la que quedé en llamarte a las ocho. Quiero pedirte disculpas. A mí no me va mal, o al menos eso es lo que la gente dice. Conseguí dejar el periodismo después de muchas dudas. Ahora me gano la vida escribiendo columnas y alguna que otra novela, me mudé a este apartamento en el Upper West Side de Manhattan y no me falta compañía, aunque no logre que sea la misma todos los meses. De algún modo es como si se hubieran ido cumpliendo mis aspiraciones, si bien no encuentro nada más preocupante que este camino hacia la satisfacción. Los que creen en la suerte dicen que soy un afortunado, y los que no, aseguran que soy de los que toman siempre la decisión correcta. Yo, que no sé en qué creo, prefiero pensar que hay un poco de las dos cosas, aunque me temo que en esa combinación entre fortuna y puntería hay algo que no termina de dar buenos resultados.

Mañana cumplo cuarenta años y cuando miro atrás soy incapaz de distinguir dónde he dado esos pasos certeros que fueron desviando mi camino hasta esta sexta planta de un bloque residencial en Nueva York. Si quisiera volver atrás no sabría dónde pisar primero, pero tampoco querría hacerlo, salvo para cambiar alguna que otra decisión equivocada. La que tomé a las ocho de la tarde de un domingo en la primavera de 2007 está demasiado lejos, así que no te preocupes, esto no es más que un email a punto de desaparecer.

Cuando le dé al botón de "enviar" estas palabras tal vez se pierdan en el ciberespacio hasta estrellarse contra un buzón de entrada bloqueado por el paso del tiempo. No importa. Quizá en su viaje por la nada se crucen con las palabras que iban a pronunciarse en aquella llamada que no llegué a contestar. Si entre ellas logran entenderse ya habrán conseguido más de lo que conseguimos nosotros hace doce años. Si no se entienden o ni siquiera se cruzan compartirán conmigo la sensación de haber recorrido el camino correcto en el que, a pesar de todo, lo que debió haber sido al final nunca llegó a ser.

14 marzo 2007

Cuando seas mayor

No es que fuera especialmente listo, pero si había algo que le molestaba a Tomás era sentirse tonto. Ya de pequeño tenía que enfrentarse cada dos por tres a esa dichosa frase que parecía servir como respuesta a todas sus preguntas: "cuando seas mayor lo entenderás". A veces era su padre, otras veces su madre o alguna de sus hermanas mayores. Siempre salían con la misma coletilla. Lo preguntaba casi todo porque le incomodaba no entender casi nada. No entendía, por ejemplo, por qué su hermana llegaba llorando a casa después de cada clase con su profesor particular. ¿Por qué lloras si es evidente que te has liado con él durante toda la hora y media? Cuando seas mayor lo entenderás. Tampoco comprendía por qué en esa película la rubia le propinaba al arrogante del sombrero una sonora bofetada y acto seguido se besaban apasionadamente. ¿Por qué le pega entonces? ¿Se quieren o se odian? Preguntas, también, para mayores.

Tomás decidió no preguntar más y esperar al momento de obtener las respuestas. Hasta que un día, acercándose peligrosamente a los veintisiete, recordó todas aquellas dudas que le asaltaban ante ese tipo de situaciones. Qué desagradable fue descubrir que seguía igual que entonces. O es que a su edad no era todavía lo suficientemente mayor como para entender todo aquello que nadie le quiso explicar nunca... o bien es que era el único gilipollas de la familia. Pero seguía sin entender nada. Tomás no era especialmente listo, pero quizá de pequeño no se habría sentido tan tonto. Porque al menos cuando era niño nadie le quiso contestar. Pero ahora, ya mayorcito, había asumido como normales todas esas cosas inexplicadas.