22 septiembre 2009

El político

– “Tengo que cambiar las cosas”, decía José Manuel mientras se anudaba la corbata el día en el que decidió meterse en el partido.

– “Al menos hay que intentarlo”, decía José Manuel mientras se anudaba la corbata y repasaba los últimos párrafos de su discurso, el día en el que fue nombrado candidato a las elecciones después de liquidar en los pasillos a sus compañeros rivales.

– “Crear ilusiones también es importante”, decía José Manuel mientras se anudaba la corbata, repasaba los últimos párrafos de su discurso y consultaba la agenda con su asistente, el día en el que se cerraba una campaña llena de promesas que él mismo sabía que no podría cumplir.

– “Las cosas son como son y hay que ser realistas”, decía José Manuel mientras se anudaba la corbata, repasaba los últimos párrafos de su discurso, consultaba la agenda con su asistente y persuadía por teléfono a varios tipos influyentes para que apoyaran sus decisiones a cambio de futuros favores, el día en el que juró su cargo como presidente tras convencer a otros partidos rivales para que apoyaran su investidura.

– “El partido es el partido y yo solo no puedo”, decía José Manuel mientras se anudaba la corbata, repasaba los últimos párrafos de su discurso, consultaba la agenda con su asistente, persuadía por teléfono a varios tipos influyentes para que apoyaran sus decisiones a cambio de futuros favores y trazaba las líneas a seguir para ocultar algunas medidas que unos meses atrás ni se le habrían pasado por la cabeza, el día en el que decidió presentarse a un segundo mandato.

– “De alguna manera hay que ganarse la vida”, empezó a decir José Manuel cada mañana cuando se miraba al espejo.

16 septiembre 2009

Discriminación

Hace 107 años, Theodore Roosevelt invitó a cenar a la Casa Blanca a un influyente profesor. La prensa puso el grito en el cielo y tachó el encuentro como una provocación: con la cena ofrecida a Booker T. Washington, Roosevelt acababa de extender la primera invitación oficial a la mansión ejecutiva a un negro y ningún otro afroamericano fue invitado a la Casa Blanca en los siguientes 30 años. Hoy, todos esos ignorantes se desmayarían al abrir cualquier periódico.

En la década de los 50, una joven llamada Sarah Bond buscaba alojamiento en Washington DC. En todos los hoteles encontró la misma respuesta: no hay habitaciones para negros. Veinte años después y tras grabar algunos discos, Sarah ofreció un concierto ante un selecto grupo de invitados y un hombre le pidió permiso para bailar con ella. Ese concierto tuvo lugar en la Casa Blanca y ese hombre era el presidente Johnson. Aquellos ignorantes que le habían negado una habitación 20 años atrás murieron de envidia en ese mismo instante.

El fin de semana pasado, un rapero de cuyo nombre no voy a acordarme le quitó el micrófono a una artista blanca de 19 años y número 6 en las listas de ventas de EE.UU. para decirle que su vídeo premiado en la categoría femenina estaba bien, pero que el videoclip de Beyoncé era mejor. Minutos después, tras recibir el Premio MTV al Mejor Videoclip del Año en el Radio City Music Hall de Nueva York, la cantante Beyoncé cedió su minuto de gloria a la chica blanca de 19 años para que pudiera disfrutar de los aplausos que le habían negado. Aquel ignorante ya había salido de la sala a vomitar su propia vergüenza.

Esta misma tarde he tenido que escuchar de tu boca que tú y yo no tenemos ninguna posibilidad porque me gusta el reguetón. En cuestión de segundos te vas a dar cuenta de la dimensión histórica de tu error.