Pasear por el casco antiguo de Lyón es atravesar un angosto pasillo que termina en 1940. Las agotadoras cuestas sobre sus colinas, las calles estrechas y las paredes grises en las que se intuyen lo que en su día tal vez fueron pasadizos y entradas secretas, hacen de la ciudad un museo del respeto a la memoria. En los muros, las placas recuerdan el lugar donde fue asesinado un general o donde fueron fusilados varios judíos. Casi todas acaban con una exclamación: “Paseantes, ¡alzaos!”
Lyón se convirtió, tal vez sin pretenderlo, en la capital de La Résistance. Aquí, cientos de hombres y mujeres valientes que no aceptaron la rendición oficial de Francia ante el nazismo decidieron organizarse y combatir, aun sin experiencia, contra un monstruo en expansión que había comenzado a aterrorizarles. Suena a historia antiquísima, pero muchos de esos artífices de la liberación de Europa aún están vivos. Quizás estén pasando sus últimos días en un asilo, o tal vez ya no recuerden las canciones subversivas de aquellos años. Pero la mayoría ya han muerto, y muchos de ellos lo hicieron hace más de sesenta años.
Me resulta extraño sentir admiración por gente con la que difícilmente podría identificarme hoy. Tal vez por ser de esa generación Malasaña o por los valores en los que he sido educado, no encuentro ideal suficientemente bueno como para coger un arma y quitarle la vida a nadie, pero la Historia la han escrito los que sí lo hicieron. No me atrevo a afirmar que el mundo sería hoy igual que si no hubieran existido. En ocasiones me gustaría poder dar las gracias a todos los que han hecho que el mundo sea menos oscuro. Pero no hay más que ver el título de este blog para darse cuenta de que no soy aficionado a abanderar causas, o pararse a escuchar a los terroristas para descubrir que la base de su pensamiento es parecida. Por eso creo que todo lo que se puede hacer es alzar el espíritu en una calle de Lyón o, como canta Silvio Rodríguez, pedir perdón por este día a los muertos de mi felicidad. Y pese a todo intentar que mi paso por el mundo sirva para algo. Ojalá algún día sienta que lo he conseguido.
Lyón se convirtió, tal vez sin pretenderlo, en la capital de La Résistance. Aquí, cientos de hombres y mujeres valientes que no aceptaron la rendición oficial de Francia ante el nazismo decidieron organizarse y combatir, aun sin experiencia, contra un monstruo en expansión que había comenzado a aterrorizarles. Suena a historia antiquísima, pero muchos de esos artífices de la liberación de Europa aún están vivos. Quizás estén pasando sus últimos días en un asilo, o tal vez ya no recuerden las canciones subversivas de aquellos años. Pero la mayoría ya han muerto, y muchos de ellos lo hicieron hace más de sesenta años.
4 comentarios:
Amic! Por fin recupero la direccion de tu blog! q andaba perdida en mi cibermemoria! Un placer leer siempre sus acertados comentarios en mi blog-escape-from-study! Espero que este usted molt be, sexteando con animo y con bueno planes vacacionales! Estamos en contacto!
... ójala.
Mucho silvio y, como siempre, pocos actos. Lo dicho, para qué querrás que escriba si ya lo dices tú todo...
tx
No se puede decir nada más... Ya lo has dicho todo tú... Sí señor...
Un abrazo!
Están los dioses, que lo tienen todo hecho, incluída la Necesidad. Están los héroes, que hacen la parte divertida de los dioses, pero con incertidumbre y, al final, siempre, con muerte. Están, también, los demás; todos los granos de maíz que va aplastando la rueda de molino del Tiempo.
Hasta entonces, aquí estamos, convencidos de no ser dioses, todavía como espigas, en el campo, esperando al saco que nos llevará al molino. Si antes coincidimos con el momento y con el sitio, quizá seámos algún día héroes. Si no, caeremos pronto en la rueda, en la desmemoria, en el olvido al que algún día llegarán, también llegarán, los héroes y los dioses.
No he sido rápido ni preciso, Señor.
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