16 octubre 2006

Mi nuevo amigo

Mi familia ha crecido. Gonzo, al que pueden ver con la boca abierta y la cara de gremlin a la izquierda de sus pantallas, es mi nuevo y peludito sobrino. Un hermoso perrito de año y medio que mi hermano Ernesto y su novia Alicia acaban de adoptar en un albergue de perros abandonados.

Lo que ocurriera antes de que lo encontraran en un concesionario de Parla no lo conoce nadie. Casi mejor. Porque la historia de Gonzo no debe de ser una historia bonita. En su año y medio de vida, este perro no ha jugado nunca. No sabe jugar. No sabe qué es correr detrás de un palo ni subirse a las rodillas. No sabe dar la pata y si intentas que te siga, en lugar de echar a correr se asusta y agacha las orejas. Unas orejas que alguien le ha cortado salvajemente, probablemente con unos alicates o algo así. Gonzo ha sufrido mucho, estoy seguro. Nunca antes ha estado en una casa: no sabe subir ni bajar escaleras y la tele le alucina, al contrario que la mayoría de los perros. Tiene miedo de los movimientos bruscos y una mirada desconfiada. Pero todo eso va a cambiar. También estoy seguro. Porque mi pequeño sobrino callejero ha empezado a recibir un montón de caricias. Y le encantan. Sobre todo debajo del hocico y debajo de las orejas... ahí cierra los ojillos. Pronto atenderá a su nombre, correteará por casa cuando lo vayan a sacar a la calle y morderá los juguetes para perros que le han comprado. Esta ratilla peluda perderá el miedo y le oiremos ladrar por primera vez. Y si hay suerte y se llevan bien, jugará con mi otro sobrino Furia, que también es más majo que las pesetas.

¡Bienvenido a la familia, Gonzo!

1 comentario:

Anónimo dijo...

clasiquisimo gonzo!!!!!!!!
bravoooo
nico