“¿Y tú cómo eres?” no parece, en principio, una pregunta sencilla para responder en lo que dura un semáforo en rojo. Sentada de copiloto, aquella chica mitad periodista, mitad profesora, mitad actriz, mitad bailarina (eso hacen cuatro mitades, pero es que hay quienes valen por dos), ejercía sus cuatro facetas de golpe, como un bombardeo de estímulos del que sólo un titán podría salir indemne. Su mitad periodista indagaba en mi personalidad, para conocer mejor al individuo con el que estaba compartiendo algunas horas en su ya de por sí ocupada vida. Su mitad profesora me examinaba al detalle, para saber si acaso merecía aprobar la asignatura de su dedicación. Su mitad actriz dotaba de cómico dramatismo aquella escena en el coche de la que el mismísimo Hamlet habría salido huyendo, no sin antes lanzar por la ventanilla aquella pobre calavera que nunca entendió del todo por qué he ahí la cuestión. Y su mitad bailarina mareaba dulcemente mis neuronas con un chachachá de sales y azúcares que convertían mi empanada mental en un confuso postre para aquella bien alimentada tarde.
Yo, que nunca fui de hablar demasiado, asistía cual calavera a mi propia exposición. “Tú cómo eres…”, vaya con la niña. Ser o no ser parecía un dilema más fácil de resolver, más incluso que improvisar cada vez una invención distinta para escapar de aquellos “dime qué estás pensando… YA”. Pero “y tú cómo eres” superaba en dificultad el laberinto de aquellos semáforos, la técnica del baile caribeño y hasta los dilemas del príncipe danés. La radio rellenaba el silencio. Y he aquí que la cuestión se resolvió, pues por arte de casualidad, la letra de una canción expresó con sorprendente puntería la respuesta más certera de todas las posibles:
Yo, que nunca fui de hablar demasiado, asistía cual calavera a mi propia exposición. “Tú cómo eres…”, vaya con la niña. Ser o no ser parecía un dilema más fácil de resolver, más incluso que improvisar cada vez una invención distinta para escapar de aquellos “dime qué estás pensando… YA”. Pero “y tú cómo eres” superaba en dificultad el laberinto de aquellos semáforos, la técnica del baile caribeño y hasta los dilemas del príncipe danés. La radio rellenaba el silencio. Y he aquí que la cuestión se resolvió, pues por arte de casualidad, la letra de una canción expresó con sorprendente puntería la respuesta más certera de todas las posibles:
7 comentarios:
Esa pregunta es más de psicoanalista, será que te has dejado una mitad por ahí...
Besicos
BRAVO!! TORÁN IS BACK!!
Un abrazo, amigo.
Nacho
P.D.: Por cortar un poco el rollo... anda que si hubiera sonado "Yo soy aquel" de Rafael...
Que mania tiene la gente con preguntar cosas para las que preferiria no encontrar respuesta...
Luego vienen las sorpresas.
Cada día me gusta más leerte y me da más pena no poder disfrutarte... Precioso post y la canción es una maravilla.. me encanta. coincido en la suerte del prota que le sonó esta y no otra... habría sido un drama con YO SOY ESA de la Pantoja...
Yo, desde el respeto más absoluto, quisiera hacerte el amor. Y ante preguntas de este tipo, ya sabes, CTU y se acaban las mierdas.
Esta canción me gusta, ya la había oído en varias versiones pero aquí suena especialmente bien. MBs
jajaja buenisimo, igual por favor no compares los "que estás pensando ya" con esa pregunta ñoña. Besos!
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