04 marzo 2009

Las reinas del drama

Era una de esas chicas que se creen protagonistas. No sólo de su propia vida, también de las vidas de los demás. Me las encuentro a cientos. Acuden con frecuencia al discurso de la autoestima, pero no dejan de recordarse que están en este mundo para llamar la atención. Y lo peor que puedes hacer es preguntarles cómo están, porque entonces te harán sentir que tu pregunta es muy inoportuna. Son las reinas del drama. Cualquier saludo, comentario o halago que les dirijas se volverá contra ti como una bocanada de culpa porque, querido y desacertado amigo, las habrás pillado en uno de los peores días de su vida. Siempre es uno de los peores. No intentes agradar, ni mucho menos pretendas arreglar su malestar. Porque cualquier intento de ofrecerle positividad no logrará más que hacerles la competencia a sí mismas dentro de su particular y centrípeto mundo adverso. Si eres listo serás de los que lo dejan estar y tal vez hayas observado además que su afección, en su entorno, es altamente contagiosa.

Rosa era una de esas. Y algunas de sus amigas empezaban también a serlo. Por eso cuando conocí a Teresa descubrí que en realidad no odiaba a las mujeres como mis amigos me hacían creer, sino simplemente a un tipo determinado de mujer con el que me había cruzado frecuentemente. Con su transparencia y su sencillez, Teresa era para mí una especie de vela inextinguible que iluminaba mis días y, meses después, también algunas noches. Porque el peligro que tiene la luz es que te saca de las tinieblas, y la cotidiana shakespearidad de Rosa fundía todas las bombillas que yo iba enroscando en los casquillos de mi día a día.
No voy ahora a eludir la responsabilidad de nuestra ruptura, pero sí que os aseguro que Rosa no hubiera aceptado cualquier otro escenario que no la dejara justo bajo el foco puntual y preciso con el que acaban las grandes tragedias griegas. Me guarda rencor desde entonces, cosa que acepto sin rechistar, pero se le olvidó entregarme el carné del club de tíos que le han destrozado la vida. Creo que me tocaba el de socio número mil. El ex novio de mi angelical Teresa no se lo tomó mucho mejor, pero en su caso a quien odia es a mí, no a ella, y creo que le juró arrancarme algo, no sé si las extremidades o algo peor. También me hago cargo. La diferencia entre él y Rosa es que el traicionado ex novio sufrió el abandono estoicamente durante el primer y el segundo tiempo, e incluso algunos minutos de descuento. Pero ya. Y ahora es feliz con otra. Rosa en cambio me detesta aún hoy y me culpa de todo ante su nuevo novio, igual que culpaba a otros mientras estuvo conmigo. Porque el reinado de sus majestades del drama es vitalicio y sucesorio, aunque en este caso quienes heredan son los consortes.


5 comentarios:

Clark Kent dijo...

En el último párrafo me perdí, pero quiero expresar algo: muerte a las Rosas del mundo. Desde el cariño. UAT ´EM ALL (you know what I mean).

Belén dijo...

Bueno, pero es que a la hora de las rupturas es difícil ser educado, coherente y adulto, siempre siempre le vamos a echar la culpa al otro... no las disculpo, en absoluto, solo intento ser empática...

Seguro que ninguna te ha hecho daño a ti y le guardas algo de resquemor?

Besicos

María Martín Calvo dijo...

Ummm, yo creo que hay muchas/os melodramáticas/os por ahí. Una ruptura es dura para ambos, en ese momento, pero hemos de aprender que la vida sigue, coño! que hay muchos pececillos y pececillas por ahí rulando...

Besos Nazaríes...(tengo mi pececillo, por ahora)

Ana dijo...

ohhhh, pobre rosa tenebrosa y ojerosa, pobre rosa andrajosa, quisquillosa, pobre rosa! Igual la muchacha no sabía ser feliz, ni se atrevía a intentarlo... y esa es una desdicha gorda gorda (me la imagino en una vida con banda sonora perpetua de Anthony and the Johnsons y claroscuros a lo Tim Burton ¡pobre rosa!... en todo caso me alegro por la luminosa teresa. Yo, que soy más bien bipolar, me identifico con ambas, lamentable y gozosamente.

perla dijo...

Llevo ya como un par de años en este mundo de blogs donde siempre quise ocultar mi nombre, pero al leerlo escrito con mayúsuclas al comienzo del segundo párrafo (todo el mundo sabe que el segundo párrafo siempre tiene más chicha que el primero) he sentido la imperiosa necesidad de levantar la voz y reivindicar mi intención de Teresa en un DNI etiquetado con Rosa ... supongo que tendré que hacer algo para demostrarme a mí misma que no soy esa clase de rosa con espinas, sino una flor con suaves pétalos. Así no sentiré ninguna imperiosa necesidad de reivindicar la absurdez de unas líneas más arriba.