12 julio 2006

Piratas de buen ver (I)

Dentro de un mes, Disney volverá al abordaje de los cines de todo el mundo con su dulce revisión del mito de los piratas. La primera parte de Piratas del Caribe, entretenida y técnicamente impecable, era poco más o menos una aglutinación con variaciones de algunos de los elementos típicos de las historias de piratas:


- el guapo: famoso y respetado, casi siempre el comandante de la isla. Buen militar, buen comerciante y bien rodeado. Un cazapiratas con ropa cara.
- el pirata: un diablo sin escrúpulos, borracho, feo y muy temido en el Caribe. Pero con un corazón noble y un punto débil: el honor.
- la chica: rica pero rebelde, generalmente hija del gobernador de una isla. Valiente y con carácter, pero destinada a casarse con el guapo y ser la esposa ejemplar, hasta que decide hacer un corte de manga a la sociedad que la coacciona.

No es excactamente así en la película, pero se le parece. Y podríamos pensar que estas historias no son más que mitos, invenciones que no tienen lugar en la historia. Imposible imaginar a una Keira Knightley desafiando con un sable a la tripulación de un barco lleno de sucios y andrajosos piratas tullidos. Pero lo cierto es que en el transcurso de los siglos XVII y XVIII algunas jóvenes atractivas, cuya belleza fue testimoniada por quienes las conocieron, tuvieron en jaque a las rutas comerciales de los mercantes europeos. Si bien la historia del Caribe se ha escrito a base de rumores y leyendas extendidas de taberna en taberna a lo largo de Centroamérica, la existencia de estas atractivas piratas está documentada. Órdenes de busca y captura, actas de juicios... nadie duda de que algunos convoyes piratas fueron capitaneados por mujeres, y según parece, algunas enamoraban a marineros, políticos y bucaneros al mismo tiempo que cometían tropelías.

Próximamente, historias de hermosas piratas de buen ver y mal vivir.

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